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miércoles, 27 de marzo de 2013

CAPITULO 1: el comienzo.

Corrí, corrí, corrí...
Parecía que nunca iba a llegar, que nunca iba a alcanzarle. Me sequé las lágrimas a pesar de todo y me obligué a seguir corriendo.
Sabía que no llegaría. 
La lluvia empapaba toda mi ropa pero tenía demasiada prisa para darme cuenta.
Una luz plateada rasgo el cielo.
Un grito rompió el silencio de la noche. 
Me dejé caer de rodillas en el suelo. Ya había pasado.


                             *                                      *                                         *

DOS MESES ANTES.

Vagué sin rumbo por aquel nuevo instituto, sin nada que hacer. Necesitaba encontrar la clase de... ¿astrología? (¿PERO ESO EXISTÍA?) antes de las 11, ya que era cuando empezaba. Mi padre me había apuntado a astrología, pero que yo supiera eso no era una asignatura corriente. Había vivido en tres ciudades distintas y en ninguna existía esa asignatura. Pero bueno, tendría que ir.
Suspiré.
Aquel edificio era enorme, y yo aún vagabundeaba por ahí. Entonces decidí preguntar. No era plan de estar pululando eternamente por ahí.
Me acerqué a un chico. Era rubio, pero de ojos negrísimos y mirada tentadora. 
-Perdona, ¿sabes dónde está astrología? Mi clase empieza a las 11 y...
El chico hizo la misma mueca que si hubiera visto al diablo.
-¿Astrología, dices? -de repente, la mueca de hostilidad desapareció y se cambió por una sonrisa- yo también voy. ¡Vente! Me llamo Victor.
He de reconocer que todo este comportamiento me pareció extrañamente extraño, pero  no iba a hacer asco de la única persona que se había dignado a ayudarme.
Suspiré y fui detrás del guapo pero raro chico rubio, sin saber que aquel simple gesto era lo que estaba a punto de cambiar mi visión del mundo.

Llegamos a la puerta cerrada de la clase. ¿Significaría eso que llegaba a tiempo o que ya estaban dentro? Victor no parecía preocupado, así que me tranquilicé. Poco después llegaron unos chicos, y parecían digamos... RAROS. Y (¡cómo no!) los amigos de Víctor. Rápidamente me presentó a ellos.
-Veamos, esta es Dianne Hawkins- comentó, señalando a una chica pelirroja do ojos vivaces y dorados.- Esta Samayra... un poco oscura, lo sé.- Samayra soltó un bufido.
-A nadie le importa que te guste o no mi nombre, idiota.- Los ojos grises de la chicas era calculadores, y su pelo oscuro y largo le tapaba más de la mitad de la cara. Me miró con una mueca de asco que ni su larguísimo pelo pudo ocultar.- ¿y tu quien eres?
Me sentí incómoda ante su mirada, que me me sopesó de arriba a abajo.
-Yo... eh... me llamo Cath.
Samayra soltó otro bufido, aún más largo y pronunciado.
-Perfecto, ¿en qué pensabas, Victor?-Me miró de nuevo.- La inscripción de animadoras no es aquí, idiota.
Aquelló me ofendió.
-Perdona, pero creo que te confundes. No soy tan idiota como esas descerebradas que se ponen una minifalda más corta que su inteligencia. Pero gracias por preocuparte.-repuse, airada.
Dianne soltó una carcajada enorme. El chico que aún no me habían presentado me miró desaprobadoramente.
El timbre sonó.

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